El reloj del vestíbulo marcaba las seis de la tarde cuando Cristina bajó las escaleras con Isaac tomado de la mano. Ambos iban elegantes; ella, con un vestido marfil que resaltaba su porte, y el niño, con una camisa celeste y pantalones beige.—¿Estás listo, campeón? —preguntó ella, acomodándole el cuello.—Sí, mamá. El tío Rubén dijo que me enseñará su jardín nuevo —respondió Isaac con una sonrisa llena de emoción.Cristina sonrió y tomó las llaves del auto.—Entonces, vamos, no lo hagamos esperar.Apenas abrió la puerta principal, un auto se estacionó frente a la mansión. Elio descendió con su maletín aún en mano. Venía de la empresa, y al verla, su expresión cambió del cansancio al desconcierto.—¿A dónde crees que vas, Cristina? —preguntó con voz seca.Antes de que ella respondiera, Isaac gritó emocionado:—¡Papá!El pequeño corrió hacia él, y Elio, sin poder resistirse, lo cargó entre los brazos.—Hola, campeón —dijo sonriendo un instante, olvidando la tensión—. ¿Y a dónde van ta
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