La casa estaba tranquila esa tarde. Luz sonreía satisfecha, sentada junto a Lissandro en el salón, mostrándole el anillo negro con un corazón de diamante que brillaba bajo la luz.Anna pasó con una bandeja de té y, al posar la vista en la mano de Luz, algo en su pecho se apretó con violencia. Se detuvo unos segundos, los ojos fijos en el anillo. Era como si su memoria tratara de decirle algo, un eco lejano que no lograba descifrar.—¿Anna? —preguntó Luz, arqueando una ceja. — ¿Pasa algo?Ella reaccionó, bajando la mirada con rapidez. —Nada, disculpen… me distraje.Dejó la bandeja y salió hacia la cocina, sintiendo un nudo inexplicable en la garganta.Lissandro, en cambio, no podía apartar la vista del anillo. Lo había tocado, acariciado incluso, pero nada despertaba en su interior. El recuerdo de dárselo a Luz no existía, y eso lo corroía.Más tarde, cuando estuvieron a solas en el estudio, la miró fijamente. —Luz… necesito preguntarte algo.—Lo que quieras, amor.Él respiró hondo.
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