El agua caliente resbalaba por el cuerpo de Leandro mientras silbaba, como si nada hubiera ocurrido. Luz, en la ducha contigua, frotaba su piel con esmero, intentando borrar cualquier rastro del encuentro salvaje que acababa de tener con él. Habían ordenado la habitación, cambiado las sábanas y ventilado el espacio, pero el perfume del sexo aún flotaba en el aire, como una sombra imposible de disimular.Unos minutos después, Anna y Lissandro regresaron de su visita al orfanato.Anna subió al dormitorio. Empujó la puerta justo cuando Leandro salía del baño, con la toalla ajustada en la cintura y gotas de agua deslizándose por su torso.—Hola, amor —dijo él con una sonrisa serena, como si todo estuviera en orden—. ¿Dónde andabas?—En el orfanato… me mandaron a llamar para firmar algunos papeles.—Oh, ya veo. ¿Y todo bien?—Sí, amor, todo bien. ¿Y tú?Leandro se encogió de hombros, con la calma de un actor consumado.—Todo perfecto. Ven, durmamos.Anna asintió, aunque una ligera punzada
Ler mais