Leonor se quedó sentada en la misma silla después de que la doctora se marchó. Sus padres hablaban en voz baja entre ellos, intentando darle espacio, pero aun así mirándola cada par de minutos, como si temieran que en cualquier instante volviera a derrumbarse y honestamente, las probabilidades eran altas. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, y dejó caer la cara entre las manos. Sentía la piel tirante, los ojos ardidos, el cuerpo vacío. Exhausta. Como si en las últimas horas hubiese envejecido años. Sus padres al ver el estado en el que se encontraba decidieron intervenir, le hacía falta un buen baño para que su cuerpo se relajara y un descanso para recuperar energías. —No quiero despegarme de Clara —manifestó Leonor ante la propuesta de su padre. —Hija, tu padre tiene razón. Debes descansar, vamos a casa para que duermas un poco, él cuidara de Clara en lo que tu descansas. Leonor seguía negandose a la idea, pero siento honesta consigo misma necesitana
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