Y justo ahí cuando la verdad estaba a un suspiro. La puerta de la cafetería se abrió de golpe, dejando a Emily a la vista de los que estaban allí.
Con el paso acelerado, el maquillaje fresco, los ojos encendidos de furia como si hubiera corrido por todo el hospital. Como si supiera exactamente dónde encontrarlo. Como si la urgencia la hubiera consumido por dentro hasta llevarla a esa escena.
El corazón de Leonor cayó al suelo tan pronto como la vio, pero el de Gabriel se incendió.
Emily los localizó en un segundo. Y se acercó como una tormenta.
—¡Así que aquí era! —soltó en voz alta, sin importar quién escuchara—. ¡Aquí venías a buscar tus respuestas!
Gabriel cerró los ojos un instante, como si rezara por un segundo de paz.
Leonor no se movió. No podía tenía miedo, culpa, el agotamiento, todo se mezclaba en un torbellino insoportable.
—Emily, no hagas un escándalo —pidió Gabriel, aunque sabía que ya era inútil.
Emily rió a grandes carcajadas burlándose de ambos, era una risa fría y