El Blue Heaven parecía contener la respiración. La noche avanzaba con lentitud, y cada sonido, cada roce de bandeja, cada susurro, parecía amplificado, casi insoportable para Aria. La música de fondo, normalmente cálida y acogedora, parecía apagarse ante la presión que crecía en cada rincón del bar. Los clientes miraban de un lado a otro, con el ceño fruncido, confundidos por la tensión que flotaba en el aire. Cada palabra que decía el personal, cada suspiro, cada movimiento de silla parecía resonar como un tambor de alerta. Aria pasaba su mirada de mesa en mesa, bajando la mirada cuando debía cobrar, con el corazón latiendo a mil por hora. Cada error del personal la desgastaba más: un plato mal servido, una orden olvidada, un comentario murmurante a su espalda. Oliver salió de la cocina con un plato y l

Los días siguientes al incidente en el bar parecieron diluirse en una calma engañosa. No hubo gritos, ni clientes levantando copas al aire, ni discusiones que amenazaran con incendiar la noche. Pero tampoco hubo alegría. La concurrencia comenzó a bajar lentamente, como si la tensión de aquella jornada hubiera dejado una cicatriz invisible que los clientes percibían al cruzar la puerta.Aria pasaba horas revisando la caja, contando y recontando el dinero que apenas alcanzaba para cubrir los gastos. Cada moneda parecía pesar más que la anterior, y el sonido de las monedas cayendo en la caja metálica le retumbaba en el pecho como un recordatorio cruel: si no hacía algo, el bar se hundiría… y con él, la poca estabilidad que conservaba con Rowan.Esa mañana cuando amaneció casi sin dormir, Aria tuvo la visita de su hermana Martina que había llegado con donas y caf

Aria entró por la puerta trasera del callejón, todavía con los ojos húmedos y la respiración entrecortada. El murmullo del bar llegó como un golpe repentino, demasiado fuerte después del silencio de afuera. Apenas dio un paso hacia el pasillo, la puerta de la oficina se abrió y Rowan apareció, con el gesto duro y el ceño fruncido. Se encontraron de frente. Por un instante, ninguno habló. —Aria… —dijo Rowan, con voz más baja de lo habitual. Su tono no tenía filo, sino un cansancio profundo—. Tenemos que hablar. Ella lo miró, dudando. Temía otro enfrentamiento, otro reproche, pero algo en sus ojos la detuvo: no había ira allí, sino un dolor crudo. Asintió, y Rowan le abrió el paso para volver a la oficina. La puerta se cerró tras ellos, ais

El aeropuerto se encontraba lleno de pasajeros, murmullos que llegaban a sus oídos, ruedas de maletas arrastradas por el piso del hall, y anuncios en voces femeninas por el altavoz, pero para Rowan nada de eso importaba, su atención estaba puesta en reconocer a su hermana entre la multitud, mientras sujetaba la mano de Aria, quien lo había acompañado.Una vez más las puertas automáticas se abrieron y detrás de ellas apareció Emily con un bolso de mano y un carrión de color verde oscuro. El cabello castaño oscuro le caía en ondas suaves sobre los hombros, y sus ojos, tan parecidos a los de Rowan, estaban cansados pero firmes. Apenas lo vio, apresuró el paso, arrastrando la carga que traía consigo. Rowan no pudo esperar más; soltó la mano de Aria y corrió hacia ella.El abrazo entre los hermanos fue fuerte, prolongado, como si en ese gesto intentaran recuperar meses de distancia y, al mismo tiempo, protegerse de lo que venía. Aria observó a unos pasos de ambos, respetando la intimidad d

El cielo amanecía con tonos suaves de naranja y rosa, filtrándose entre las persianas de la casa de Eleonor. Rowan estacionó el coche frente a la puerta principal con la misma precisión que siempre había mostrado, su mirada fija en la entrada como si cada paso lo acercara a algo inevitable.Aria, sentada a su lado, mantenía la mano sobre su pierna, un gesto silencioso de apoyo que no necesitaba palabras. Sabía que para Rowan estos momentos eran pesados, que cada visita a su madre implicaba un duelo que no terminaba de procesar.—Va a estar todo bien —susurró ella, más para sí misma que para él.Rowan asintió sin mirarla. Sus pensamientos giraban en torno a la fragilidad de Eleonor. Un fuego interior se encendió al pensar que su madre podría no regresar a aquella casa. Sujetó con fuerza la mano de su prometida tras bajar del auto, y comenzar el cam