AlbaVeo la tormenta en sus ojos.Y me alimento de ella.Él ya no habla.Respira fuerte. Sus fosas nasales palpitan. Su mandíbula se contrae.Y yo, me quedo inmóvil. Con una calma implacable.Está tenso como una bestia acorralada, incapaz de elegir entre atacar o huir. Sus gestos están apenas contenidos, su piel vibra, como si fuera a desgarrarme para liberarse de lo que lo encadena. Yo.Sus manos aún me buscan, pero esta vez, las esquivo, sin brutalidad, con una lentitud calculada, como una bofetada invisible.— No controlas lo que doy, Sandro.Mi voz corta el espacio entre nosotros.Lentamente. Precisamente.Cada palabra es una hoja.Cada sílaba una frontera.Él gruñe. No es un sonido humano. Es animal, es antiguo, es bruto. Me atraviesa como una onda caliente, resuena en mi vientre, llama a algo primario. Pero no flaqueo. Me apoyo en esta ira. Me hago una armadura de ella.Está a punto de explotar.Y quiero que explote. Pero no así.No sobre mí.No contra mí.Quiero que implosione,
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