La reunión del nivel superior se desarrollaba en el salón principal de la casa de la manada, un espacio amplio de paredes de madera robusta y ventanales que dejaban entrar la luz de la mañana. La mesa estaba rodeada por las figuras más influyentes: Adrián, el alfa; Mateo, su gamma; Leandro, su beta; Clara, como compañera de Leandro; y, en un extremo algo más discreto, Emili, que en los últimos días había ganado un lugar como asesora. El ambiente estaba cargado de una tensión distinta a la habitual. Adrián había convocado a todos con urgencia, y aunque no lo había dicho directamente, todos sabían que lo que tenía que anunciar no era algo que pudiera tomarse a la ligera. Cuando finalmente tomó la palabra, su voz grave y serena rompió el silencio. —He recibido un mensaje esta mañana —dijo, apoyando ambas manos sobre la mesa y recorriendo con la mirada a cada uno de los presentes—. Una de las manadas del norte, de nivel medio, se ha comunicado conmigo. El alfa Darius nos ha ofrecido u
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