CAPÍTULO 94: LA VOZ DEL SILENCIOJacobConduzco de regreso a la mansión y las luces de la ciudad me pasan como líneas torcidas. No pongo música, solo miro la calle y, detrás de la calle, vuelvo a ver las caras de esos niños en la puerta del edificio de Elena. La niña casi corre a abrazarme y el niño levantó la mano para chocarla conmigo como si fuera un gesto que hacemos siempre. Los detuvo ella, dijo que no, y aun así, sus ojos quedaron esperándome, como si yo tuviera que decir algo que no sé decir.¿Quiénes son?La pregunta no me suelta. Tampoco la otra: ¿por qué “mami”? No lo dicen a ciegas. Lo dicen desde un hábito, desde una vida que, al parecer, yo tenía con ellos y ahora no encuentro por ninguna parte.Pienso lo que no quiero pensar: ¿y si son míos? ¿Y si parte de lo que me contaron, lo que repetí, lo que firmé, está mal? Cuatro años se borraron. En cuatro años se casan, se divorcian, nacen hijos, mueren padres, cambian empresas. En cuatro años cabe cualquier cosa, incluso una
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