54. Pruebas y Mentiras
—Dile la verdad, Max —lo presionó Alejandro, su voz ganando un filo cortante—. Dile cómo me traicionaste hace cinco años, cómo me robaste aquel proyecto multimillonario cuando éramos socios, cómo me dejaste con las manos vacías y mi reputación destruida. Y ahora, con Isabela, con Lorena, repites la historia: usas y descartas, siempre lo mismo. Es tu patrón.El nombre de Isabela estalló en el aire como dinamita y Max se tensó de golpe, sus músculos endurecidos como un resorte a punto de romperse. En un segundo que pareció eterno, cruzó la distancia que lo separaba de Alejandro y lo empujó contra la pared con una fuerza brutal, provocando un estruendo que me arrancó el aliento y hizo temblar los cuadros colgados.—¡Señor! —la voz de Romero cortó el aire mientras daba un paso decidido hacia dentro, su mano moviéndose instintivamente hacia su cintura.—Quédate ahí, Romero —ordenó Max sin apartar los ojos de Alejandro, su voz saliendo entre dientes apretados—. Esto es personal. Muy personal
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