Seraphine cerró la carpeta lentamente. —Entonces les daremos asiento… pero no en un lugar cómodo. A media mañana, la actividad en el palacio creció. Los sirvientes transportaban cajas con copas de cristal, flores frescas llegaban del invernadero y la cocina enviaba un aroma cálido por los pasillos.Seraphine inspeccionó el gran salón. Caminaba despacio, sus ojos repasaban cada detalle: la tela sobre la mesa, la posición de las sillas, incluso la distancia entre los platos. Al final de la mesa, se detuvo. La silla a su derecha —donde se sentaría Alaric— estaba ligeramente adelantada, una señal sutil de que su posición era igual, no subordinada.Alaric, de pie junto a la puerta, observaba. —Sabes que muchos verán esto como un gesto provocador.Seraphine miró la silla unos instantes. —Prefiero
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