El golpe seco que Alexander le propinó a Alan resonó no solo en el jardín, sino en toda la propiedad Richmond. Fue el estallido final de una tensión insoportable. Yo, que había estado conversando con Margaret a pocos metros, sentí la adrenalina dispararse al escuchar los gritos.El escándalo de la pelea era innegable. No pasó mucho tiempo antes de qué los Richmond, el personal de la casa y los equipos de seguridad de ambos hombres llegaran.Karoline fue la primera en irrumpir, corriendo con esa teatralidad que siempre la caracterizaba. Al ver a Alan inconsciente en el suelo y lleno de sangre, se dejó caer a su lado, sus gritos agudos y falsos resonando por el césped.—¡Dios mío, Alan! Pero ¿qué te hicieron, mi amor? —gritó, buscando inmediatamente captar la atención de todos.Volteó a verme. Su mirada, llena de furia, se desvió hacia Alexander, que se mantenía de pie, respirando con dificultad, con apenas un corte en el labio y el nudillo ensangrentado. Al ver que Alexander estaba gol
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