Orla bajó del auto con una sonrisa radiante, como si todo en su mundo estuviera en calma, aunque en el fondo ardía una tormenta que nadie podía percibir.Sus pasos eran firmes, calculados, y su mirada recorría la sala con una mezcla de serenidad y determinación. Félix, al verla, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su corazón se aceleró, su respiración se volvió corta; deseaba correr hacia ella, abrazarla, confesarle todo lo que sentía, pero algo dentro de él le pidió cautela.Se contuvo, aunque sus ojos delataban la urgencia de su deseo.Orla sostenía entre sus manos una caja de regalo, rectangular, envuelta con cuidado.Sus dedos la apretaban con fuerza contenida, un gesto casi imperceptible que hablaba más de lo que su sonrisa dejaba ver.—Volví del viaje —dijo con voz suave, pero firme—. Fue maravilloso.Todos los presentes se iluminaron con su regreso. Sus amigos y familiares compartieron sonrisas, abrazos y saludos, pero Sienna la observaba con atención. Sus ojos se suav
Leer más