Capítulo 41

Los tambores se hicieron más fuertes, retumbando como un corazón monstruoso en la distancia. Las sombras del bosque se apartaron, revelando figuras que emergían entre la niebla: ejércitos enteros de los tres clanes. Sus estandartes ondeaban, teñidos de sangre y ceniza.

No eran simples guerreros esta vez. Avanzaban sacerdotes cubiertos de tatuajes arcanos, bestias con colmillos tan largos como espadas, y vampiros ancianos que habían dormido siglos bajo tierra. Todos con la mirada fija en Ciel.

Ian dio un paso adelante, empuñando su espada con los músculos tensos.

—Vendrán por ella primero.

Jordan se relamió los labios, sonriendo con ese brillo peligroso en los ojos.

—Entonces que vengan. Me apetece ver cómo lloran cuando se den cuenta de que no pueden tocarla.

Leonardo, aún tambaleante por la herida, extendió un brazo hacia su hija.

—Ciel… escúchame. No uses más de tu poder. No en este estado. El vínculo ya te consume.

Ciel sintió un frío recorrerle el cuerpo. Los tambores, las pisadas
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