KELYRALo primero que sentí fue calor.No el tipo de calor que abraza, reconforta o arropa. Era un calor seco, cruel, de esos que lamen las heridas internas. Como si algo dentro de mí se hubiera encendido desde lo más hondo, encendiendo cada vena, cada recuerdo. Un fuego antiguo. Ancestral.Abrí los ojos de golpe, jadeando. El cuarto seguía siendo el mismo… y sin embargo, ya no lo era. Las sombras parecían más densas, el aire más espeso. Había una electricidad sutil vibrando bajo la piel de las paredes, y en el ambiente flotaba un olor metálico, como hierro quemado o ceniza mojada.Me incorporé con lentitud. Todo en mí dolía, pero no como un golpe físico, sino como si mi cuerpo hubiese sido… reescrito. Algo pesaba sobre mi espalda. No algo físico. Algo más profundo. Algo que ardía.Me acerqué al espejo, descalza, tambaleándome como quien camina por primera vez. La camiseta holgada colgaba de mi cuerpo como si ya no me perteneciera. La aparté con torpeza, giré sobre mí misma… y lo vi.
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