KELYRALas puertas prohibidas no estaban cerradas con llave.Eso fue lo primero que pensé cuando, en mitad de la noche, encontré aquel pasillo lateral sin guardias, sin fuego mágico, sin advertencias escritas en sangre. Solo piedra antigua, aire helado y un silencio tan espeso que dolía respirarlo. Como si el castillo me estuviera dando permiso. O desafiándome.Había dicho que me marcharía. Que huiría. Y lo intentaría.Caminé con paso sigiloso, envuelta en una capa que robé del guardarropa de Lucien. El tejido aún olía a él, lo cual me irritaba más de lo que debería. Bajé escaleras ocultas, crucé galerías donde los espejos susurraban nombres que no quería oír. Y finalmente llegué a una sala subterránea, en ruinas, donde el mármol se mezclaba con oscuridad viva.Y allí estaba él.No Lucien.Otro.Un hombre alto, de piel de bronce bruñido, torso desnudo, alas de obsidiana que parecían latir con vida propia. Ojos como carbones encendidos. Una sonrisa que mentía mejor que cualquier palabr
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