DanaeEl aire frío del jardín me quemaba los pulmones cada vez que intentaba respirar. Había buscado por todos lados, entre las mesas, detrás de las columnas, incluso en la zona de servicio. Y nada. Sofía y Lucas se habían esfumado en cuestión de segundos.Tenía el corazón desbocado, las manos heladas y el maquillaje corrido por las lágrimas que ya no podía contener. Me arrodillé sobre el césped húmedo, incapaz de mantenerme en pie, y apreté las manos contra el pecho como si así pudiera sostener lo poco que quedaba de mí.—Por favor… no, no me los quiten… —murmuraba sin sentido, casi en un rezo, mientras el miedo me desgarraba.El murmullo del evento seguía lejos, con luces y risas que contrastaban cruelmente con mi angustia. Allí, en medio de la oscuridad del jardín, yo sentía que el mundo entero podía derrumbarse en un solo segundo. Mis hijos… mi vida… si algo les pasaba, yo no lo resistiría.Me cubrí el rostro con las manos. La última imagen de Sofía sonriendo, con sus rizos dorado
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