Mientras la vida de Bianca tomaba un nuevo rumbo, ajena a los acontecimientos que se desarrollaban a su alrededor, en un lugar lejano, la noticia de su supervivencia había encendido una llama de furia.George caminaba de un lado a otro en la lujosa sala de su mansión, el mármol bajo sus pies resonando con cada paso impaciente. Sus manos estaban apretadas en puños, y el rostro, normalmente impasible, estaba contraído en una mueca de ira. La noticia de que Bianca no había muerto lo había golpeado como un rayo. Había creído su problema resuelto, enterrado para siempre, y ahora, el fantasma de su pasado regresaba para atormentarlo.Jackeline, su esposa, lo observaba desde el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una expresión de cautela. La atmósfera en la habitación era densa, cargada de la cólera de George.—¿Qué pretendes hacer, George? —preguntó Jackeline, su voz era tranquila, pero firme, intentando romper la tensión.George se detuvo bruscamente, girándose para mirarla. Sus
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