La verdad, como un relámpago, había iluminado la oscuridad. Vivian le había explicado a Bruno, con la voz aún temblorosa, todo lo que había descubierto: los tests de embarazo, las fotografías de Aitana con un hombre que no era Eric. El rostro de Bruno se había contraído en una mezcla de horror y furia contenida.
—Nadie debe saberlo —declaró Bruno, su voz un susurro cargado de urgencia—. Nadie se debe enterar de esto, Vivian. Tenemos que guardar este secreto. Espero que tampoco vayas a decirle nada a nadie.
Vivian asintió con la cabeza, todavía perturbada por el descubrimiento, la imagen de su hija con una doble vida incrustada en su mente. Justo en ese momento, el teléfono de Bruno comenzó a sonar, interrumpiendo el tenso silencio. Él miró la pantalla y sus ojos se abrieron en shock. Era Eric Harrington.
Bruno se sintió de repente invadido por el nerviosismo. Miró a su esposa, con los ojos dilatados.
—Me está llamando él… —murmuró, casi para sí mismo—. Precisamente… justamente me est