**Aeropuerto El Dorado – Sala privada, 03:42 a. m.**La madrugada se sentía espesa. El silencio del aeropuerto contrastaba con el temblor interno de un hombre que, hasta hacía poco, parecía intocable.Julián Rivas, exministro de Defensa, alto, imponente, con el cabello blanco perfectamente peinado y un rostro curtido por décadas de poder, caminaba con prisa. Su maletín de cuero italiano colgaba de su mano derecha; en la izquierda, un reloj suizo que superaba los noventa millones de pesos marcaba la cuenta regresiva de su libertad.—Señor Rivas —susurró su asistente personal, nerviosa—. El vuelo está listo. Lo llevarán por pista privada. Ningún control oficial.Él asintió sin mirarla. Sabía que no debía voltear. Que cualquier movimiento podría delatar el miedo que le apretaba el pecho.Pero lo que Julián ignoraba era que no había escapatoria.Desde hacía dos semanas, cada uno de sus pasos estaba siendo monitoreado.---En una sala de operaciones secreta al norte de Bogotá, Valentina Du
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