Capítulo 23. Códigos rotos.
Iván Guerrero no dormía bien desde hacía semanas. La ciudad no se lo permitía, y su conciencia mucho menos.Desde el ventanal de su apartamento en el centro, veía cómo el tráfico nocturno parpadeaba como una herida viva. Se había quitado la camisa, pero no la pistola. Nunca lo hacía. El arma descansaba sobre la mesa, al lado de su celular y un vaso de whisky que no se había atrevido a terminar.—Estás temblando —dijo una voz detrás de él.La reconoció al instante.Emilia.No la había escuchado entrar. No preguntó cómo llegó. Solo la miró cuando apareció, vestida con un abrigo oscuro, el cabello recogido de cualquier manera, los labios secos.—No vine a pelear —dijo ella—. Solo necesito saber si aún estás conmigo.Iván no respondió de inmediato. La tensión le apretaba la espalda, los músculos, la garganta. Caminó hacia el sillón, se sentó, se pasó una mano por el rostro.—Todo esto se está saliendo de control.—Nunca estuvo en control, Iván —dijo ella, sentándose frente a él—. Solo fin
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