Tina cerró tras de sí y se dejó caer al piso con lentitud, la ansiedad haciendo latir con fuerza inusitada a su corazón. Su cerebro había abierto compuertas que quería tener selladas, y los amargos recuerdos fluían veloces, casi como una película de terror. Endureció la mandíbula y entrechocó sus dientes, y maldijo a Jace Monahan por cuestionarla, por querer saber más y ayudarla.Ese hombre bello no tenía idea de la podredumbre que era su vida. Huiría sin mirar atrás si lo supiera. Apretó las cuencas de sus ojos con ambas palmas y respiró una y otra vez, hondo, lento, tratando de calmarse, de recobrar la compostura. Los minutos pasaron y poco a poco lo logró. Cuando el frío calaba sus huesos y su mente pareció recuperar su cordura, suspiró y se abrazó a sus rodillas, meciéndose adelante y atrás.Deseó con todas sus fuerzas que su vida no hubiera cambiado, que lo acontecido fuera una pesadilla espantosa que podía borrar de un plumazo, y que pudiera ser dueña de su destino sin límites n
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