En un estado de desinhibición total, ella escuchaba sus frases y se dejó tomar, entregada a la seducción más extraordinaria. Apenas podía articular, sus ojos entrecerrados a medias, la boca partida. Gemidos, jadeos, grititos, era lo que podía decir.—Disfruta, goza. Porque yo lo hago de una manera increíble, solo con proporcionarte deleite—le susurraba él, concentrado en explorar su bajo vientre.De rodillas, comiendo su centro con persistencia, le dijo luego:—No va a quedar nada de esta piel, de este cuerpo, que no pruebe —Te voy a adorar con mi lengua, con mis dedos, con mi boca.Todo lo hizo, arrancándole orgasmos múltiples, haciéndola el foco de la noche, concentrado en ella. Cuando finalmente la penetró y gritó su desahogo, ella sonrió, feliz, en una nube de gozo, que de a poco fue dando paso al agotamiento.Kaleb desató lenta y amorosamente cada una de las ataduras y ella lo dejó hacer. Una extraña excitación la recorría, aunque no tenía fuerzas para iniciar nada. Sabía que que
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