Sería muy fácil aprovecharse de su sensibilidad, pero no es lo que él quería. Quería disfrutarla, penetrarla, saciarse de ella y devolverle, aumentado, el goce. Kaleb, en contra de lo que quienes veían sus conquistas podían pensar, no encontraba satisfacción solo en correrse y vaciarse en una mujer, con lo que esto tenía de agradable. Él hacía lo posible y más para lograr que su pareja disfrutara tanto o más que él.Llevarla a su apartamento para tener sexo parecía el paso natural, pero lo descartó. Lo que ocurriera el resto de la noche no sería porque él lo forzara con su impetuosidad o dominancia, con la influencia que tenía sobre ella. Por ello, la dejó ser, fluir en la conversación y ponerse cómoda, hablándole de mil cosas: viajes, experiencias culinarias que la hicieron reír y asombrar, le contó algunos aspectos de sus hermanos.No dejó de sonreírle, mirarla, tocar suavemente su piel al servir el vino, al acercar una servilleta para limpiar una comisura. El momento de mayor éxtas
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