—Me llamo Casandra. Pero mi hermana y mis padres usaban Casie y me gusta que me llamen así. Lamento mucho no haber sido sincera... Pero…
—No me conocías. Y cambiaste tu nombre porque querías protegerte. Me había acostumbrado a Kelly, pero Casandra me resulta muy sexy—sonrió— Casie puede ser nuestro secreto.
—Gracias—el alivio de ella se transparentó en el rostro.
Él tomó su mano sobre la mesa y la apretó en un gesto de apoyo.
—No tienes nada que agradecerme.
—Me ayudas a impulsarme con esa campaña de marketing, que sé va a ser maravillosa. Me escuchas, me halagas. Me siento segura contigo.
—Todo eso lo hago porque me gusta potenciar un negocio naciente. Pero también porque te deseo. Y cuando así lo decidas, te voy a dar sexo como si no hubiera mañana, Casie. Son cosas independientes, por cierto. Te apoyo en tu empresa porque vales la pena, tu negocio es bueno. Lo otro tiene que ver con lo que me provocas. Tengo la convicción de que vas a ser un estacaen mi vida y aspiro a ser el que logre eliminar todos los malos recuerdos y llenarte de otros en los que el placer y el éxtasis estén incluidos.
—Wooow, eso es… No sé muy bien qué responderte cuando eres tan crudo en tus expresiones.
—Lo sé, sé lo que te provoco y me fascina ver esa mirada un tanto preocupada, pero llena de brillo. Tienes mucho por aprender y soy un buen maestro, te lo aseguro, gatita—Tomó su mano y la besó—. Quiero mostrarte la maravilla del placer sin miedo, el sexo consentido, sin limitaciones.
—No lo dudo, no tengo demasiada experiencia.
—Iremos paso a paso. Descubriendo qué te excita, qué deseas. Puedo verte en mi cama imaginarte, de tantas formas. Me tienes loco, Casie.
Era verdad, así lo sentía. El control que habitualmente tenía tambaleaba un tanto frente a ella.
Había tenido la firme intención de llevarla a su apartamento esta noche y demostrarle con hechos lo que sus palabras le habían expresado. Consumar la pasión que lo consumía desde que la vio por primera vez. A su natural belleza se le había sumado la sofisticación del arreglo, y eso le daba un halo de sensualidad mayor, aunque sospechaba que era la
actitud de seguridad en sí misma la que sumaba.
Al transcurrir la cena se distendió y apreció con mayor vigor su sencillez, su honestidad, su esencia y cada aspecto lo cautivó más, al punto de preocuparlo. No había experimentado tal comodidad, tal necesidad de escuchar y entender a otra mujer como a ella. El que se abriera a contarle detalles y aspectos de su vida personal que iban más allá de lo que le hubiera revelado a otra persona era de por sí conmovedor.
Ella le confió algo que comprometía su seguridad, en definitiva, pues cambiar de vida y nombre se producía cuando alguien temía por lo más básico: su integridad. Y confiaba en él como para hacerle saber la verdad. No podía más que atesorar eso y actuar honrando esa confianza. No haría nada para dañarla o ponerla en peligro, jamás.
Refrendaba cada una de las frases que le había dicho, pero la deseaba a rabiar, quería ser parte de su intimidad, eso no cambiaba. Si era posible, la anhelaba más, quería devorarla, adentrarse en ella y consumirla. Mas tenía que ser cuidadoso y medir sus pasos, conteniendo la pasión que amenazaba apurarlo. Esa paciencia de la que se solía jactar era vital si quería que Kelly… <<Casie>>, se corrigió. Si pretendía que se rindiera a él y le entregara su cuerpo y su pasión, era necesario actuar atendiendo a cada uno de sus gestos y señales. Avanzar, pero con pies de plomo, pues el pasado negativo que ella arrastraba era de dolor y rechazo.
Probablemente el bastardo de su ex esposo había jugado con su mente y denostado su cuerpo y su sexualidad, tirando abajo la visión de sí misma.
<<Un crimen, un despropósito. Una mujer tan magnífica, tan espléndida, merece ser idolatrada, merece recibir halagos, regalos, que adoren su cuerpo y la sumerjan en el frenesí del sexo. Un hombre de verdad procuraría elevarla y hacerle sentir que el mundo es suyo>>, pensó, observándola comer su postre con aprecio, cerrando los ojos y emitiendo sonidos de placer que deberían estar prohibidos.
<<Hay hombres tan básicos e inseguros que procuran envenenar el regalo que la vida les hace. Su pérdida>>, razonó, mientras acomodaba su virilidad exaltada.
<<Calma, Kaleb>>, se dijo. <<Cuidado. Tal vez tengas que postergar la recompensa, Deja que ella marque el ritmo y conduzca la noche. Cede el control, por una maldita vez>>. Le costaría, pero lo haría si era necesario, contra lo que su masculinidad parecía opinar. <<Eres más que un bruto que piensa con su hombría y permite que esta lo domine. El premio vale la pena, Demonios.>>, se alentó. No quería corromper el vínculo, la conexión indudable e inexorable que estaban
forjando, dando un mal paso.