Una vez en su coche, condujo sin prisas y la llevó de vuelta a su apartamento, y aunque ella no hizo gesto evidente, pareció sorprenderse de que él no hiciera el intento de ir a su sitio. Una vez arribado, dio la vuelta y abrió su puerta y posando la mano en su espalda, la condujo adentro, acariciando su cintura.
Percibió su estremecimiento y la apretó contra sí al ingresar en el ascensor, su espalda contra su pecho. Hundió su boca en el suave hueco entre sus hombros y su cuello, aspirando su aroma fresco, sutil. Besó suavemente su clavícula y ascendió hasta el lóbulo de su oreja. Besos leves, encadenados, que lo llevaron hasta el comienzo de su cabello. En cada uno, se dejó invadir por su aroma, permitiendo que sus sentidos se nutrieran de ella.
—Hueles exquisito. Podría estar horas sumergido así.
Deslizó la punta de su lengua por el largo del cuello, con lentitud extrema y ella tembló, exhalando un leve jadeo. Kaleb sintió su decisión flaquear y cerró los ojos, sus labios apretados