Luego de su fin de semana en Santa Mónica, todo pareció precipitarse. Había esperado algunos días para volver a contactarla, esperando que todo decantara y su buen juicio prevaleciera, pero eso había resultado imposible. Al cabo de menos de lo que hubiera sido razonable, estaba deseando tenerla a su lado. Como si su cuerpo la necesitara y no pudiera mantenerse ajeno a ella, como si fuera un adicto y ella su sustancia, la que le quitaba buena parte de su lógica y hacía que su cuerpo y su mente se desfasaran. Cayó una y otra vez en la tentación, semana tras semana, a veces logrando resistir un poco más.Mas cuando la abstinencia se volvía prolongada, Regina aparecía en su retina en el medio de las reuniones más serias y aburridas. Acostada sobre su mesa, abierta para él, con sus grandes ojos incitándola a tomarla, a que la poseyera sin descanso y gozara de su sexo tibio y delicioso. Estas distracciones no habían pasado desapercibidas para sus hermanos, que le observaban, picados y asomb
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