Acababa de abrir la puerta a sus sentimientos y estos decían, sin sombra de dudas, que amaba a ese hombre que la miraba sin entender por qué estaba inmóvil y parecía no reaccionar. Ella, la poca cosa y con poca clase, la que había aceptado ser la amante de Milo, sin vínculos sentimentales, lo amaba. Él había sido muy claro, nada de sentimientos. Y Melody, en su horrible clasismo, tenía razón. La que estaba equivocada era ella.—Milo, creo que… Esa mujer tiene razón. No tiene caso— dio la vuelta y con pesar se dirigió a las escaleras, pero los brazos de Milo la detuvieron.—Regina, no te alejes de mí. No dejes que Melody te afecte. Que afecte lo nuestro. Nada de lo que dijo es cierto. Es contigo que quiero pasar la noche. No le prometí nada y no me interesa. Anda, ven—le sonrió y la condujo otra vez a su apartamento.Regina se dejó llevar, sabiendo que estaba mal, que estaba jodida, que le iba a doler pronto el ser tan débil. Pero lo quería, quería estar con él. Y de algún modo, hoy, e
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