CAPITULO 32 Lo lamento.
Sacudió su cabeza agitando ideas negativas que probablemente el cansancio traía y dejó filtrar el mantra que Sharon había picoteado en su cerebro por años: <<Te mereces todo lo bueno que te pase. Ama la vida y disfruta lo que tiene para ti>>. La sonrisa se coló en sus labios y en sus ojos; él la hacía sentir bien.
Al acercarse al automóvil Milo se despegó para estrecharla en un abrazo y besarla con ardor, con el que lavó cualquier pensamiento que no fuera sobre él, sobre ambos, y la metió de lleno en la marea de deseo que inexorablemente la invadía cuando lo veía. Su boca la devoró, succionado, mordisqueando sus labios, acariciando su interior con la lengua que quemaba, sus manos a ambos lados de su cara, con sus dejos acariciando sus pómulos y sus ojos a un palmo. Casi sin aliento se separaron y él sonrió.
—Deliciosa. Gracias por aceptar venir conmigo. Espero no haber sido demasiado demandante.
—Está bien. Aunque en verdad voy a tener que traer algún cambio de ropa.
—Creo que te ves