Catalina no había pronunciado palabra desde que abandonaron la gala.Ni una sola.Su cuerpo se movía como si estuviera desconectado de su mente, impulsado únicamente por la necesidad de huir, de dejar atrás las miradas, las sonrisas falsas y el veneno disfrazado de cortesía.La chaqueta de Julián aún descansaba sobre sus hombros, tibia y con un aroma discreto que le resultaba extrañamente reconfortante, como un recordatorio silencioso de que, pese a todo, no estaba sola y aún había alguien dispuesto a sostenerla si caía.Julián la observaba de reojo, su perfil sereno contrastando con la tormenta que él intuía dentro de ella.Podía ver cómo sus manos se aferraban con fuerza al asiento, cómo su respiración era irregular, pero no dijo nada, no la presionó.Guardó silencio porque entendía que, en ese momento, las palabras podían ser una carga más, y lo último que quería era quebrarla aún más.Cuando el coche tomó la avenida principal, Catalina rompió el silencio con una voz apenas audible
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