En el vestidor de la mansión Delcourt, Sara se contemplaba en el espejo, sus dedos temblorosos jugando con el borde de la blusa color marfil que había elegido.El reflejo frente a ella parecía el de otra mujer, una que debía mentir, traicionar y sobrevivir en un mundo donde la verdad era un lujo que no podía permitirse.Su corazón golpeaba con violencia, cada latido un recordatorio de lo peligrosa que era su misión y de lo mucho que estaba en juego.Ese día no solo debía entrar a la casa de Luciano, sino a su mente, a ese laberinto oscuro donde él se creía invencible.Tenía que fingir que seguía siendo la mujer que él controlaba, la que había manipulado a su antojo, aquella que no cuestionaba, que sonreía y obedecía sin alzar la voz.Pero en realidad, ahora estaba allí para Catalina, para Julián, para la verdad… y sobre todo, para los niños.Se inclinó hacia el espejo, observando su propio reflejo con intensidad, buscando convencerse de que podía lograrlo.Debía ser convincente, porqu
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