La revelación de Carlos sobre la omnipresencia de CIRSA, y por ende de Yago, había cambiado radicalmente la atmósfera de la tarde de compras en el Palacio de Cristal. La inicial incomodidad de Nant se transformó en una extraña mezcla de asombro y una creciente confianza. Las vendedoras, ahora con una sonrisa forzada pero permanente, se desvivían por atenderlas, y los gerentes continuaban supervisando el despliegue de atenciones.Nant, su madre y su hermana, rodeadas de un séquito de personal servicial, comenzaron a disfrutar plenamente de las compras. La madre de Nant, con la tarjeta negra de Yago en mano, se sentía liberada de cualquier restricción de precio, eligiendo prendas con una alegría renovada. Su hermana, la adolescente, saltaba de un pasillo a otro, probándose sombreros extravagantes y riendo con libertad, aprovechando al máximo la inusual atención.Nant ya había escogido el vestido rojo intenso, con su escote Bardot y la sensual abertura lateral. Era perfecto. Sin embargo,
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