El abrazo de Eunice, que había comenzado como un refugio, ahora se había transformado en un espejo, reflejando las profundas inseguridades y dilemas de Joren. Las palabras de ella, cargadas de una verdad incómoda, calaron hondo. Joren se quedó callado, su mente sumida en la reflexión. Se sentía reflexivo y pensativo, sopesando la ambición que lo impulsaba contra la advertencia de su amada. La oferta de Yago prometía un poder inmenso, un reconocimiento que su familia jamás le había brindado, pero Eunice había tocado una fibra sensible: el miedo a perderse a sí mismo en el proceso.Momentos después, Joren se movió, acunando a Eunice más cerca. Su respuesta llegó entrecortada, una mezcla de palabras y besos, una expresión de la conexión que compartían y la confusión que lo embargaba. Hablaba con Eunice y la besaba al mismo tiempo, un acto íntimo que fusionaba sus pensamientos con su afecto.—Amor… amor, Yago es diferente —murmuraba Joren, sus labios rozando la piel de Eunice, su aliento
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