La escena en el departamento de relojes del Palacio de Cristal era un micromundo de lujo y alta tensión para los gerentes. Habían visto a Nant acercarse a Carlos, y la preocupación se había disparado en sus rostros. Dada la reciente reprimenda de Carlos y el estatus implícito de sus invitados, lo último que querían era otra queja. Inmediatamente, el gerente de la tienda departamental y el gerente de la plaza comercial se acercaron apresuradamente a Nant, sus expresiones teñidas de una ansiedad apenas disimulada.
—Señorita Nant, ¿se le ofrece algo? ¿La atención no es la adecuada? —preguntó el gerente de la tienda, su voz llena de una deferencia exagerada, casi suplicante, esperando lo peor. El gerente de la plaza asintió con fervor a su lado, sus ojos escaneando rápidamente el área en busca de alguna deficiencia en el servicio que justificara el temor.
Nant, sin embargo, se dio cuenta de su preocupación y, a pesar de la tensión, no pudo evitar una pequeña risa nerviosa. La situación er