Los meses se deslizaron, uno tras otro, tejiendo la trama compleja de un año entero desde aquella tensa cena en la mansión de Puebla y la reveladora conversación de Joren con Eunice. Durante todo ese tiempo, la vida de Joren se había convertido en un delicado y precario equilibrio. Por un lado, continuaba su investigación sobre Belem, trabajando incansablemente en las sombras, en colaboración con Carlos y sus confiables contactos en el mundo de la información y la investigación privada. Se había adentrado más profundamente en la red de información que Yago le había encomendado, hurgando en cada rincón digital y físico, siempre con la sombra ineludible de la orden de no tocar los detalles de las muertes que rodeaban a Belem. Era una restricción que lo frustraba, pues sentía que la verdad completa se le escapaba, pero la acataba por la lealtad que, de alguna manera, Yago había logrado inspirar en él, o quizás, por el miedo a las consecuencias de desobedecerlo. Por otro lado, Joren mante