Lucien fue llevado de inmediato al ala médica. Dos guerreros lo sostenían por los hombros y las piernas, mientras un rastro de sangre fresca marcaba el camino hasta la camilla.Su piel estaba pálida, y su respiración, cada vez más débil.Alessia corría tras ellos, con el corazón, golpeándole en el pecho como un tambor de guerra.El miedo la consumía por dentro. No podía perderlo… no a él.Sus manos temblaban, y sin pensarlo, liberó su poder de loba dorada.Sentía cómo la energía de su esencia ancestral fluía por sus venas, ardiendo como fuego líquido.Si tenía que desgarrar la realidad para salvarlo, lo haría.Pronto, el doctor llegó con un equipo de urgencia. Su bata blanca ya estaba salpicada de sangre cuando comenzó a trabajar.—Rápido, estabilícenlo. ¡Voy a extraer la bala! —ordenó, con voz firme.El metal salió finalmente, tintineando en la bandeja quirúrgica.Un olor extraño, dulce y amargo, al mismo tiempo, invadió el aire. El doctor la observó con el ceño fruncido.—Está bañad
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