22. Sentimientos confusos.
Eryn se tocaba los labios una y otra vez, fríos por la gélida temperatura del ambiente, pero aún ardían con el fuego fantasma de un recuerdo que no podía borrar. A su lado, Ralion hablaba hasta por los codos, contándole con entusiasmo cada detalle de la fabulosa misión de la que acababa de regresar. Pero las palabras de su amigo eran como un rumor lejano, ahogado por el eco ensordecedor de lo que había ocurrido en los aposentos de Evdenor.Su mente, traicionera, reproducía el momento en un bucle interminable: los labios de Evdenor, firmes y demandantes, sellando los suyos con una urgencia que lo había paralizado. Las manos grandes y fuertes del príncipe aprisionándolo contra su cuerpo, anclándolo a una realidad donde solo existían el calor compartido y las sensaciones nuevas, abrumadoras, que estallaban bajo su piel. Nunca, en sus sueños más atrevidos, había imaginado que Evdenor cruzaría esa línea con él. Siempre habían existido las bromas cargadas de doble sentido, sí, pero entre el
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