23. El reino del Alba.
El gran salón del trono estaba bañado por la fría luz de la mañana que se filtraba por los altos ventanales. Evdenor permanecía de pie, con las manos a la espalda, escuchando a su padre. El rey, sentado en el imponente trono de ébano y acero, explicaba con voz grave los detalles de la misión.

—...y los trillizos de Montclair celebran su mayoría de edad. El Reino del Alba espera nuestra presencia —declaró el rey, su mirada fija en su hijo—. Es un gesto político necesario, Evdenor. Mantener los laces al ser parte de los Tres Reinos Altos es primordial. Asistirás a la fiesta.

Evdenor inclinó la cabeza en un gesto de acquiescencia.

—Por supuesto, padre. Haré los preparativos de inmediato.

En el fondo, la noticia le provocaba un alivio mezclado con ansiedad. Salir del castillo, aunque fuera por dos días, era un respiro de la opresiva tensión que se había instalado entre sus muros desde el incidente. El viaje en carroza no sería largo, pero significaba horas de confinamiento con la únic
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