28. Sentimientos de perdida 2/2
El universo se redujo a los pasos apresurados y pesados que resonaron fuera de la cabaña, ahogando el débil jadeo de Eryn, quien se retorcía en la cama, las náuseas arrancándole los últimos vestigios de su fuerza. La puerta se abrió de golpe, y allí estaba Evdenor.
La imagen del siempre impecable príncipe estaba hecha añicos. Su dorado cabello, usualmente ordenado, era un caos de mechones revueltos y pegados al sudor de su frente. Su rostro estaba manchado de tierra y más pálido de lo normal, surcado por pequeños cortes y arañazos que delataban una carrera brutal a través de la espesura más espinosa. En una mano, sostenía con fuerza blanquecina la planta prometida, sus raíces aún goteando tierra húmeda. En sus ojos, una tormenta de terror, cansancio y una determinación feroz que no se había apagado ni siquiera ahora.
Sin ceremonias, con la urgencia de quien entrega un talismán sagrado, arrojó la Lágrima de Plata sobre la mesa de la curandera. El sonido fue seco, final.
—Te la traje. C