21. La tentación gana.
Sus labios se estrellaron contra los de Eryn en un beso voraz, cargado de semanas de frustración y un deseo que ya no podían contener. Evdenor saboreó la dulzura de esos labios que ahora devoraba con una urgencia animal, perdido en la suave y a la vez ardiente sensación que lo consumía. Al caer juntos sobre la cama, el príncipe no desperdició un segundo: atrajo con fuerza el cuerpo más pequeño de Eryn contra el suyo, apretándole la cintura con una mano firme mientras lo envolvían en el calor que ambos desprendían.
Eryn, por su parte, no pudo ni intentar apartarse. De su garganta solo escapaban gemidos ahogados por la boca insaciable del rubio. Se sentía diminuto, vulnerable, derretido bajo las grandes manos de Evdenor que recorrían su espalda, sus brazos, y se detenían con posesividad en sus glúteos, haciendo que temblara de anticipación y un deseo que lo avergonzaba y excitaba por igual.
En la habitación solo se escuchaba el sonido húmedo y obsceno de sus bocas encontrándose, los gem