La Marcha Hacia el CastilloEl grito de la multitud, un rugido ensordecedor de victoria y de venganza, se elevaba sobre la Plaza del Mercado. El Grito del Lobo de Conan había encendido la llama de la rebelión, y ahora, miles de plebeyos, armados con la furia y la verdad, se lanzaban hacia el castillo. La marea de la justicia, imparable y poderosa, arrasaba con todo a su paso.Conan, con su hacha en alto, lideraba la marcha. A su lado, Orlo, el noble caído, con la espada desenvainada, era un símbolo de la nobleza que se había unido al pueblo. Gonzalo, con sus hombres leales, protegía la retaguardia, asegurando que nadie quedara atrás. Silvio, el herrero arrepentido, caminaba con ellos, su testimonio vivo una prueba de la traición de Isabel.La marcha hacia el castillo fue una procesión de fuego y de furia. Las antorchas, como estrellas fugaces, iluminaban la noche. Los gritos de la multitud, un coro de miles de voces, resonaban en las calles, exigiendo justicia. La guardia real, desmora

La Hora de la VerdadEl eco de la batalla final resonó por todo el reino. El castillo, antes un símbolo inexpugnable, ahora era un nido de miedo y de caos. La guardia de Isabel, los Espías de Capa Negra, se había desmoronado, sus hombres huían o se rendían. La marea de plebeyos, una fuerza imparable, había irrumpido en el corazón del poder real. La revolución, impulsada por la verdad del códice de las visiones, había llegado a su clímax.En la sala del trono, Conan, Orlo y Gonzalo se encontraron. Los últimos Espías de Capa Negra habían sido derrotados. El trono estaba vacío. La corona del Rey Charles, que Isabel había llevado, no estaba.—¿Dónde está Isabel? —preguntó Conan, su voz grave—. ¿Dónde está la Reina de las Sombras?Orlo y Gonzalo se miraron, sus rostros tensos. Sabían que Isabel no se rendiría fácilmente. Ella era una serpiente, astuta y peligrosa.—Ella no está aquí —dijo Orlo, su voz era un murmullo—. Ha escapado. Pero a dónde… ¿a dónde iría?De repente, un joven mensajero

El Peso del TronoLa primera semana de Kaida como reina fue un torbellino de decisiones, de responsabilidades y de desafíos. La euforia inicial del pueblo se mezcló con la cruda realidad de la reconstrucción. Las calles, aunque limpias de escombros, seguían marcadas por la pobreza. Las heridas del reino, profundas y antiguas, no se curarían de la noche a la mañana.En la sala del trono, antes un símbolo de opresión, ahora un lugar de esperanza, Kaida se enfrentaba a las innumerables tareas de gobernar. El códice de las visiones, ahora su guía, descansaba en un pedestal a su lado. Conan, Orlo y Gonzalo, sus consejeros y aliados, se mantenían a su lado, sus rostros tensos pero llenos de determinación.—Mi Reina, la hambruna acecha —dijo Conan, su voz grave—. Los almacenes reales han sido vaciados por la represión de Isabel. El pueblo no tiene comida. Y el invierno se acerca.—Los gremios están en caos —dijo Orlo, su voz era un murmullo—. Los comerciantes se niegan a cooperar. Temen la ir

La Reconstrucción de VeridiaLa sentencia de Isabel, firme y justa, había resonado en todo el reino. El exilio perpetuo, la confiscación de la corona del Rey Charles, todo era un símbolo de la nueva era que comenzaba bajo el liderazgo de la Reina Kaida. El pueblo, que había presenciado la caída de la Reina de las Sombras, ahora se volcaba en la reconstrucción, sus corazones llenos de una esperanza renovada.En la sala del trono, Kaida se sentó en su trono improvisado. El códice de las visiones, ahora su fuente de inspiración, estaba abierto en sus manos. Conan, Orlo y Gonzalo, sus consejeros y pilares, la apoyaban en cada decisión.—Mi Reina, la gente está trabajando con ahínco —dijo Conan, su voz grave—. Las casas se reconstruyen, los mercados se abren. El espíritu del pueblo es fuerte.—Pero el sistema de sacrificios por sorteo… —dijo Orlo, su voz era un murmullo—. La gente aún lo teme. Siguen existiendo rumores de que podría regresar.Gonzalo asintió. —Y la burocracia real. Muchos n

La Amenaza SilenciosaEl Concilio de los Nobles había terminado con una división clara. Algunos nobles, conmovidos por la verdad de Kaida y persuadidos por Orlo, se habían declarado leales a la nueva Reina. Otros, aferrados al viejo orden y manipulados por la influencia de Isabel desde su prisión, se habían opuesto abiertamente. Y muchos, los más astutos, esperaban en silencio, observando el desarrollo de los acontecimientos, listos para unirse al bando ganador.En la sala del trono, Kaida, Conan, Orlo y Gonzalo analizaban la situación. La unificación del reino sería un proceso largo y difícil.—Mi Reina, la resistencia es fuerte —dijo Orlo, su voz grave—. Los nobles que se oponen a usted tienen influencia, tierras, hombres. Y la sombra del Conde de Valois, el padre de Isabel, se cierne sobre ellos.—Y la amenaza no solo viene de adentro —dijo Gonzalo, su armadura crujiendo—. Los reinos vecinos, que han estado observando el caos en Veridia, podrían ver esto como una oportunidad. Podría