La Hora de la Verdad
El eco de la batalla final resonó por todo el reino. El castillo, antes un símbolo inexpugnable, ahora era un nido de miedo y de caos. La guardia de Isabel, los Espías de Capa Negra, se había desmoronado, sus hombres huían o se rendían. La marea de plebeyos, una fuerza imparable, había irrumpido en el corazón del poder real. La revolución, impulsada por la verdad del códice de las visiones, había llegado a su clímax.
En la sala del trono, Conan, Orlo y Gonzalo se encontraron. Los últimos Espías de Capa Negra habían sido derrotados. El trono estaba vacío. La corona del Rey Charles, que Isabel había llevado, no estaba.
—¿Dónde está Isabel? —preguntó Conan, su voz grave—. ¿Dónde está la Reina de las Sombras?
Orlo y Gonzalo se miraron, sus rostros tensos. Sabían que Isabel no se rendiría fácilmente. Ella era una serpiente, astuta y peligrosa.
—Ella no está aquí —dijo Orlo, su voz era un murmullo—. Ha escapado. Pero a dónde… ¿a dónde iría?
De repente, un joven mensajero