La Espiral de la Conspiración y la Sangre del León
El pasaje secreto detrás de la estantería del Archivo no era más que una grieta en la piedra, oscura y fría, un portal a un mundo subterráneo que el reino había olvidado. El aire que emanaba de ella era rancio y pesado, con un olor a tierra húmeda y a secretos enterrados, un perfume de antigüedad que se adhería a nuestras ropas y piel. Uno a uno, nos deslizamos por la abertura, la linterna de Calix proyectando un rayo de luz tembloroso en la oscuridad absoluta, una luz que parecía ser devorada por la noche que nos rodeaba. El pasaje descendía en espiral, como la cola de una serpiente que se enrosca en el corazón de la tierra. El hacha de Orlo raspaba contra la pared de piedra, un sonido metálico que resonaba en el silencio opresivo, un recordatorio de que éramos intrusos en este mundo de sombras. Silvio se movía con la silenciosa destreza de un hombre acostumbrado a los pasajes angostos, su cuerpo de herrero, robusto y