El Jardín de los Susurros y la Sombra de la Reina
El aire fresco de la noche, cargado con el dulce aroma de las rosas y el terroso perfume de la tierra húmeda, golpeó el rostro de Kaida con una fuerza casi violenta. Había emergido del vientre de piedra del túnel de servicio, un pasaje oscuro y claustrofóbico, para adentrarse en un mundo de sombras y luces, de belleza y peligro. Se encontraba en los jardines reales, un laberinto de setos altos, estatuas de mármol y fuentes de agua que susurraban secretos a la noche. El vestido de seda, que había sido una carga en la oscuridad del túnel, era ahora una tela brillante que reflejaba la luz de la luna, un faro de peligro que la hacía visible en la oscuridad.
Se movió con la cautela de una sombra, sus pies descalzos apenas rozando el césped húmedo, el corazón latiendo con una intensidad febril. A lo lejos, el clamor de la batalla en la plaza principal era un eco amortiguado, un susurro de ira y de esperanza que resonaba en el silencio