El Secreto del Origen y la Caída de un León
La oscuridad del pasaje descendía en espiral, una espina dorsal de piedra que se hundía en el corazón de la tierra. El aire era pesado, cargado de una humedad milenaria y el aroma de un pasado enterrado. La linterna de Calix proyectaba un halo tembloroso que iluminaba las piedras talladas con una precisión que desafiaba el tiempo. Estas no eran las toscas piedras de un túnel de alcantarillado; eran los bloques perfectamente pulidos de una arquitectura antigua, de un reino olvidado. A cada paso que dábamos, sentía la historia bajo mis pies, un eco silencioso de un pueblo que había sido borrado de la memoria.
—Es una escalera ceremonial —susurró Calix, su voz llena de asombro—. Conduce a una cámara subterránea. Mi padre nunca me habló de esto, pero las historias de la nobleza dicen que el castillo se construyó sobre las ruinas de una civilización perdida, un reino de plebeyos que adoraban al sol.
Orlo rozó la pared con la mano, su expre