La Reina de las Sombras se Desmorona
El silencio de la cámara subterránea se rompió con el eco de un rugido. No era el rugido de una bestia salvaje, sino el grito de un hombre que se negaba a morir. En el centro de la sala, el colgante de cristal yacía sobre el pedestal de mármol, un faro de luz en la oscuridad, y su inscripción brillaba con una luz interna, un testimonio silencioso de un pasado olvidado. Calix, el príncipe del reino, se inclinó, su rostro iluminado por la luz de la linterna y por la revelación de la verdad.
—Esto… esto no es solo un mapa —murmuró, su voz un susurro lleno de asombro—. Es el mapa a un lugar que la nobleza ha olvidado. Un lugar de refugio, de sabiduría. El colgante es el símbolo de la princesa de Veridia, una princesa que fue dada por muerta. Pero la inscripción… la inscripción es la clave a un santuario. Un santuario donde se guardan los verdaderos registros de la historia.
Orlo se acercó, su hacha en la mano, su rostro una máscara de indignació