Luna se levantó con elegancia de la mesa, alisando suavemente su vestidura. Su mirada se cruzó con la de su tío Marcos, y esbozó una leve sonrisa.—Bueno, tío. Cuídate. Tengo asuntos cruciales en la empresa —dijo, tomando su bolso con firmeza—. Te veré allá más tarde.—Está bien, hija. Nos vemos en la oficina —respondió Marcos, levantando su taza para despedirla con un gesto.Emiliano también se puso de pie.—Yo también tengo algunos asuntos pendientes que atender. Nos vemos en la empresa, Luna.Ella asintió, sin decir más, y salió de la mansión. El sonido de sus tacones se desvaneció por el pasillo mientras Emiliano, sin moverse aún, la siguió con la mirada hasta que desapareció tras la puerta principal.El silencio se apoderó del comedor por unos segundos. Emiliano entonces se giró hacia Marcos, quien terminaba su café con calma.—Señor Marcos —dijo, rompiendo la quietud—, ¿A qué hora trajo Damián a Luna anoche?Marcos lo miró por encima de la taza, arqueando una ceja.—Bueno… —dijo
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