Al mismo tiempo, Javier, preocupado por Mateo, decidió ir a buscar consejo a su abuela Carmen. La anciana, sentada en su mecedora, lo escuchó pacientemente.—Mateo es un cabeza dura, eso siempre lo ha sido —dijo Carmen—. Siempre pensando en la perfección, en el siguiente paso. Pero en el fondo, tiene un gran corazón. Y cuando se enamora, se entrega de verdad.—Pero Sofía no le cree, abuela. Alejandro ha sembrado una semilla de duda muy fuerte.—La duda es veneno, Javier. Pero la verdad… la verdad es un antídoto. Mateo tiene que demostrárselo. No con palabras, sino con hechos. Tiene que recordarle a Sofía quién es él de verdad, el Mateo que la besó y que le abrió su cocina. El Mateo que la ayudó. El amor, hijo, no es un postre fácil. Lleva su tiempo, sus ingredientes amargos y dulces. Y a veces, necesita un poco de paciencia. Y un gran gesto.El silencio en el apartamento de Mateo era tan denso como la niebla. Habían pasado días desde que Sofía había huido, llevándose consigo la luz y
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