Mateo se acercó a ella, intentando suavizar la conversación.
—Sé que te preocupa, y lo entiendo. Pero piensa en lo que podríamos lograr. Más espacio para tu repostería, más talleres. Más visibilidad para nuestra filosofía. Es un salto, Sofía. Un salto necesario.
Sofía suspiró, sintiendo la brecha que se abría entre ellos. La ambición de Mateo, que ella creía haber domado, ahora se manifestaba con una fuerza renovada, y la ponía nerviosa.
—Necesitamos pensarlo bien, Mateo. No solo por el negocio, sino por nosotros. ¿Tendremos tiempo? ¿Para el restaurante de aquí, para el de allá, para nuestra vida? Ya apenas nos vemos con el ritmo actual.
Mateo no respondió directamente a su preocupación personal. Estaba demasiado inmerso en la visión de la expansión.
—Es un reto, Sofía. Un gran reto. Pero juntos podemos con todo, ¿no? Hemos demostrado que somos invencibles cuando trabajamos unidos.
Sofía lo miró, y a pesar de sus dudas, la confianza en él seguía allí. La imagen de Alejandro y sus intr