El ambiente dentro de la casa era cálido y perfumado a vainilla y pistacho. Zendaya dejó la bolsa con el helado sobre la mesa de la cocina mientras Jean y Leonard cerraban la puerta detrás de ella. El silencio se hizo cómplice del deseo contenido en los últimos días.—¿Dónde vas tan rápido, dulzura? —dijo Leonard con una sonrisa ladeada, sus ojos resplandeciendo con un brillo muy tierno.—Ese helado… me lo estaba antojando desde hace semanas —rió Zendaya, girando para abrir la tapa del envase. Pero no llegó muy lejos.Jean se acercó por detrás, deslizando una mano por su cintura prominente, acariciando el bulto suave de su embarazo con veneración.—Ese helado puede esperar un poco… —murmuró en su oído, su voz grave, ronca, dejando que la vibración le erizara la piel—. Tú, en cambio, no. Podemos notar tu aroma de deseo ¿se te olvida?Leonard se acercó por delante, y entre ambos la rodearon con ternura y deseo. La besaron con devoción, como si sus labios fueran un ritual, como si la aca
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